1.
Cuento de Las Meninas
Contamos el cuento mientras tenemos delante la
imagen del cuadro, en gran tamaño, para conocer a sus personajes.
Duración: 15-20 minutos.
Hace muchos, muchos años, como
trescientos años, existía un pintor muy importante llamado Velázquez. Diego de
Silva y Velázquez. Vivía en Madrid, pero no en una casa cualquiera, sino en un
palacio. ¿Sabéis por qué? Porque era el pintor del rey y de la reina, los que
mandaban en toda España.
Los reyes se llamaban Felipe IV y
Mariana, tenían una hija de cinco años ¡Como vosotros! Que se llamaba
Margarita. Margarita era guapa, tenía el pelo largo, abundante y rubio. Llevaba
un traje muy raro, largo hasta los pies, duro y ancho como una lámpara.
Los reyes querían tener un cuadro
donde aparecieran ellos mismos, un retrato. Como entonces no existían las cámaras
de fotos, decidieron que fuera Velázquez el que les hiciera el cuadro.
-“A sus órdenes Majestad. Ahora
mismo me voy a mi taller a hacer vuestros retratos”- dijo Velázquez.
Y contento salió del salón del trono
y se fue a su taller, que era la sala de los cuadros. Era una enorme habitación
llena de cuadros por todas sus paredes. Cogió un gran lienzo que lo apoyó en un
caballete, sus pinceles y su paleta y se dispuso a pintar:
-“Qué silencio, que bien se trabaja
así”
Al fondo del taller había una puerta
que estaba cerrada, pero alguien la abrió y empezaron a entrar muchas personas
y a hacer mucho ruido.
-“Vaya, se acabó la paz y la
tranquilidad”- pensó Velázquez.
-“Oh, estás dibujando las caras de
mi papá y de mi mamá”- dijo Margarita.
Con ella venían dos meninas,
Agustina e Isabel, que todo el día estaban pendientes de ella.
_”Tengo sed, dame agua”- dijo la
infanta.
Rápidamente Agustina cogió del búcaro, lo llenó de agua, se
arrodilló y se lo dio.
-“Así no se piden las cosas”- dijo
una voz a su espalda. Era la guardadamas Marcela que todo el día vigilaba a
Margarita.
-“Hay que decir, por favor, ¿me
traes agua?”.
-“Tienes que aprender a comportarte
como una gran princesa”- dijo Diego, el otro guardadamas de Margarita.
Pero Margarita no escuchaba ni a
Marcela ni a Diego porque en ese momento miraba de reojo a alguien que entraba
por la otra puerta del taller. Eran sus papás, los reyes, que también venían a
ver cómo iba el retrato que estaba haciendo Velázquez. La menina Isabel vio a
los reyes y como era muy educada hizo una reverencia.
-“guau, guau,…”
-“Pero ¿esto qué es? ¡Lo que me
faltaba! También ha entrado un perro. Yo no puedo trabajar con tanto alboroto”-
pensó Velázquez.
Era el perro preferido de Margarita;
un mastín grande y manso que siempre estaba vigilando a su ama y, como estaba
cansado y no veía ningún peligro para su ama, decidió tumbarse, no hacer más
ruido y de paso intentar dormir un poco.
Eso era difícil porque Nicolasito
Pertusato no paraba de darle patadas ni de molestarle. Nicolasito era un chico
muy pequeño, de piernas finas y de larga melena que todo el día estaba haciendo
travesuras ¿Sabéis por qué? Porque quería hacer reír a la princesa, para que no
se aburriera y estuviera contenta todo el día. Nicolasito tenía una amiga
llamada Maribárbola era enana, y aunque tenía muchos años no había crecido.
Ella se dio cuenta de que acababan de entrar los reyes con lo que decidió
estarse quieta y portarse bien para que no se enfadaran, pero Nicolasito no se
estaba quieto.
Pero… ahora ¿Quién entra por la
puerta? Era José, el aposentador del palacio. Su trabajo era estar pendiente de
que las habitaciones y salones del palacio estuvieran ordenados, y de llevar
las llaves de todas las puertas del palacio, se quedó en la puerta sorprendido
de ver a los reyes en el taller de Velázquez.
Hola, me gustaría conocer el autor o autora de este cuento, ya que lo he encontrado en varios espacios, y en ninguno se hace referencia a la procedencia.
ResponderEliminarNos ayudarían a catalogarlo.
Un saludo